jueves, marzo 28, 2024

Perfect Days, Wim Wenders, 2023

Si alguien todavía tiene dudas acerca de lo que hace el cine, y que ningún otro lenguaje puede, debe ver sin falta la más reciente peli del maestro Wim Wenders. Con ella, Japón aspiró al Oscar a Mejor Película Extranjera por primera vez con un director que no es japonés. Ya sabemos que la adecuada ganadora fue The Zone of Interest, Jonathan Glazer, que es una película inmensa, poderosa y jodidamente bien construida. Sigo pensando que debió ganar la peli de Bayona, pero… esa es otra miranda.

Días Perfectos es un relato cinematográfico que establece sus recorridos precisos y constantes, no más empezar a fluir ante nuestros ojos. La secuencia de arranque es la síntesis de toda la peli. La ves y ya viste todo… en apariencia, por supuesto. Luego, cuando la repasas en tu cabeza testaruda, comprendes que sí es la fábula completa. ¿Qué sucede entonces después como para que te quedes a ver de qué va, como decía Pablo Solarz cuando nos picaba para escribir?

Pasa que esa cotidianidad que aprecias se te va ir revelando, plano a plano; así de cuidadosa es la mirada juiciosa y atenta de Wenders. Se tomaron 17 días filmando, esto más o menos quiere decir, que las dos horas que ves son prácticamente lo que se rodó. Hay una eficacia narrativa insuperable. Las evidencias sobre los espacios físicos e íntimos de Hirayama, al igual que sus acciones en privado y en público, se van a ir ampliando en campo visual y auditivo a medida que el relato avanza, sin prisas, sin artilugios. La maestría de ese dispositivo se decanta en la forma como vamos escuchamos la voz misma de Hirayama.

Aquello que al comienzo viste de modo metódico y repetitivo, se te va a ir mostrando y dejando escuchar, para que descubras lo que Hirayama ha encontrado para hacer los días con una sonrisa cierta, pese a todo lo que es la vida. Acá hay una declaración sobre el valor de las cosas que hacemos a diario y que por corta visión, consideramos rutinarias y faltas de sentido. A veces, debemos recordar que el Sol sale todos los días, así no lo veamos, sin falta. Hay cosas que son y eso es todo. Tus maticas no vivirán si no las remojas a diario. Al igual que tu ropa de trabajo debe estar limpia, semana a semana, para que hagas lo que has decidido hacer. Y tu gatica no vive sin la comida que le das. Hace falta levantar más seguido la cabeza y ver lo que hay allá arriba.

Aunque vale lo que dice Wenders: “solo en Tokio podía hacerse”; a pesar suyo, podría ser otro el trabajo, podría ser otra la ciudad, podría ser otro el personaje. Todo porque lo perdurable y vital es tener opciones. Eres tú quien elige darle sentido a tu vida (ya que ésta no lo tiene), no la genética, ni la crianza, ni la escuela, ni el empleo, ni el sistema. Hirayama en su diario devenir nos deja conocer, paso a paso, lo que constituye el meollo de sus decisiones. Y por esa vía, nos permite vislumbrar lo que no se muestra, ni escucha, ni narra de manera explícita. Eso que nos permitirá identificarnos, tal vez.

Hay varios elementos fundacionales que se atan solidariamente para conseguir ese objetivo, de pura naturaleza cinematográfica. El primero es la música que escucha Hirayama de camino a su trabajo, mientras maneja por las calles de su particular Tokio. La mayoría es música rock, tercer cuarto del s20 en sus 50 a 70, norteamericana, con algunas versiones en japonés. ¿Por qué esa música y no otra? Esa es una de sus tareas asignadas, sí, usted. Por lo pronto, sepa que esas melodías crecen más allá del habitáculo estrecho de la camioneta de Hirayama y se toman en volumen y dimensión todo el espacio del encuadre, dejando que sumercé se empape por completo de su luz.

Insertas en el día a día de Hirayama se deshilvanan cuatro historias mínimas, de profundo significado que dejan ver la complejidad de la vida en su más sencilla presentación. Wenders elabora una trama que al igual que su puesta en escena, se va desvelando desde los detalles de una mirada cercana y limitada, hasta las composiciones más amplias y abarcadoras. Por esa vía, logra convertir en extraordinario lo corriente. Despojado de la rigidez de las convenciones del guion, el director se sumerge en un discurso en el que puede mezclar, sabiamente, sin bordes claros, su sello autoral y el sino de su protagonista.

Y en medio de estos sutiles y elaborados dispositivos, se instalan indeleblemente las fotografías que Hirayama saca con su Olympus de rollo y sus sueños llenos de texturas naturales, móviles, figurativas.

Vale decir un par de cosas, van a ser más, lo sé, sobre Wim Wenders. Al lado de Rainer Werner Fassbinder, Werner Herzog, Alexander Kluge, Volker Schöndlorff, y otros 21 jóvenes cineastas alemanes -la mayoría nacidos en 1945-, firma en 1962 el Manifiesto de Oberhausen en que declaran el fracaso del cine después de la guerra y su decisión de hacer un cine nuevo, motivados por los riesgos tomados por sus contemporáneos franceses que dan vida a la Nueva Ola Francesa. Sin el mismo interés en la teoría crítica del cine, y más enfocados en hacer viable un sistema de producción y la exploración de temáticas propias, estos jóvenes de veras cumplen lo que firman: transforman el cine alemán.

Con una reconocida influencia del cine norteamericano, el Nuevo Cine Alemán escribirá sus propias historias sin pretender pasar por anglosajonas. Sin embargo, es esa familiaridad con el cine estadounidense la que permite que muy pronto, en las salas de cine de EUN se vea y aprecie esta nueva corriente fílmica. Wenders hará su París, Texas (1984) y bueno, ya, eso. Luego, nos traerá Buena Vista Social Club (1999) y esa lección absoluta que es La Sal de la Tierra (2014). En medio de éstas dos, rueda Pina (2011) uno de sus más radicales documentales.     

Wenders llega a dirigir Días Perfectos, tras responder a una invitación de una empresa japonesa interesada en realizar un documental sobre el novedoso y diverso sistema de baños públicos construidos para los JJ.OO. de 2020, postergados por la Covid 19. El director propone hacer mejor un largometraje de ficción. Y le copian perfectamente. Reunido con el creativo de publicidad y guionista, Takuma Tasaki, encuentran la sintonía adecuada para contar esta historia en donde la relación entre el personaje y los espacios fuese simbiótica y articulada. Ambos confeccionaron una historia del pasado de Hirayama y acordaron las pistas que dejarían para que usted arme ese otro relato.

Debo confesar, ya de salida, que al leer sobre la historia del pasado del protagonista, sentí una especie de sinsabor, para nada por la peli, sino por el maestro que tanto me ha insistido en que no hay nada más aburrido y falto de fuerza que un algo ya contado. Y sin embargo, decido quedarme con su declaración al referirse a la crisis narrativa actual: “Pienso que las películas pueden iluminar nuestras vidas de una bella manera, tengo una fuerte afinidad con la realidad y por lo que siente estar vivo hoy y todo el sangriento misterio de la vida”.

Y una coda sustancial: Yasujirò Ozu, director japonés es considerado por Wenders su gran maestro.

Trivia para miranda atenta: La torre de Tokio se llama Skytree (árbol del cielo) y está ubicada en Sumida, uno de los 23 barrios especiales de la metrópolis.

Qldla.  

jueves, marzo 14, 2024

Lista la Miranda - Entrega Especial [Parte Dos]

Parte Dos

Con el encierro obligatorio (provocado por la Covid), nos pasó lo que a todos, nos pegamos a la pequeña pantalla y nos sumergimos en el streaming. Mamá había visto mucha tele por su cuenta y yo otro tanto, mucho tanto; al juntarnos de nuevo, el asunto adquirió proporciones inimaginables. Ver tele juntos se nos convirtió en la ocasión para compartir muchas cosas, más allá de las historias que seguíamos.

De su época independiente, ella traía un inquietante gusto adquirido por las series policiacas como CSI (CBS, 2000-2015), su preferida, NCIS (CBS, 2003-Al aire), con la que peleaba y se reconciliaba, La Ley y el Orden (NBC, 1990- Al aire), que yo conocía, pero no veía y que cuando lo hice, le recomendé no ver más porque es jodidamente dura. Eso mismo pasó con Mentes Criminales (CBS, 2005-Al aire). Muy pasadas. Eso sí, no le cuestionamos mucho su interés por The Blacklist (NBC, 2013-2023), le encantaba ver a James Spader, en su elegante rol del maloso Raymond "Red" Reddington y su compleja relación con la agente, Elizabeth Keen (Megan Boone). Siempre que podía me contaba detalles, pero la atajaba con mi alergia a los espóileres. Lo curioso es que aunque vi las dos primeras temporadas cuando estaba al aire, no creo que la vea completa nunca... son muchas.

Ya en plan de pareja de mirandas nocturnas, caímos, lo confieso con cierta pena cinéfila, y a la vez, por qué no, qué importa, en los melodramas familiares de corte Hallmark como Chesapeake Shores (2017-2022) en Netflix con todo su sesgo racial e ideológico. Nos entreteníamos y pendejeábamos un rato, luego, ella muy sabiamente decía: “ya no quiero ver más a esa gente… son muy cansones y odiosos”. Y así, sin más, dejaba las series empezadas. Cortaba de raíz y para siempre. Eso estaba muy bien para ella por su buen gusto y criterio, el problema es que para ese momento yo estaba más encarretado que nadie. Y pues nada, me quedé sin saber qué pasaba con Elissa y Joe.

Algunas de ese estilo que sí terminamos, fueron Anne with an E (CBC-Netflix, 2017-2019), Virgin River - Un lugar para soñar (RWM-Netflix, 2019-2023, When calls the Heart (Hallmark, 2014-Al aire), ahora veo que esa nos quedó empezada, por culpa de Netflix… y lo que más veíamos eran las series médicas que a los dos nos encantaban como Call The Midwife (NSP, 2012-Al aire) que elogiaba con entusiasmo y que lamentó no hubieran subido más allá de la 5ª. temporada, New Amsterdam (NBC, 2018-2023), Grey’s Anatomy (ABC-Shondaland, 2005-Al aire), The Good Doctor (Sony Pic-ABC, 2017-2024). Con todas tenía relaciones de amor/odio, discutía con los personajes, cuestionaba sus decisiones, desaprobaba ciertas conductas, identificaba con absoluta claridad el conflicto de cada episodio y sus subtramas. Y nunca asistió a una clase mía de Guion.

Parte de su menú de mirandas infaltables eran las consagradas a su inmensa fe en Dios, que aunque no compartía sí que respetaba y cuidaba con celo. Eso también pasaba cuando estaba en casa con mi hermana mayor. Que no le faltara su misa de Domingo a las 12 por Tele VID, sin interrupciones como si estuviese en la iglesia de modo presencial. Y a veces, en semana, pedía asistir a misa y se la ponía con la ayuda del pequeño YuTub, el travieso nieto de la diosa. Los miércoles solíamos ver las Audiencias del papa Francisco a quien veneraba y consentía muchísimo. Asistió sin falta a la Jornada Mundial de la Juventud realizada en 2023 en Portugal. Comentaba los discursos del Papa, las reacciones de los jóvenes, seguía con atención las distintas actividades. Vimos varios documentales con o inspirados en Francisco. Y en semana, lo veíamos en su ventanita del Vaticano en el Ángelus. De cuando en cuando, se trepaba a alguna conferencia del padre escolapio (¡Calasanz arriba!), Juan Jaime Escobar, por quién tenía mucho aprecio y la divertía mucho con su particular forma de hablar con los jóvenes. 

Y de cierre, lo que más le gustaba: verse de cabo a rabo las temporadas de Máster Chef, primero las de RTVE, luego las de Colombia. En esas jornadas a veces la acompañaba, pero por lo general, las contemplaba y disfrutaba a solas, mientras yo trabajaba o hacía alguna otra cosa. Y me divertía sólo con escuchar sus risas o carcajadas que no se hacían esperar mucho.

Hubo sí una docuserie que no nos perdíamos y que nos entretuvo muchas noches de forma maravillosa, porque nos enseñaba cosas nuevas de sitios que conocíamos por nuestro amor compartido por la geografía, la historia y la cultura en general. El plato era perfecto para ella: cocina y lugares de todo el mundo. Acaban de anunciar el estreno de la nueva temporada de Somebody Feed Phil (Netflix, 2018-Al aire), con el protagonismo del showrunner de esa media bobadita que es Everybody loves Raymond, Phil Rosenthal. Aun no sé si la veré. Por cómo me sentí el domingo en los Óscares, presiento que no. Por cómo me siento la mayor parte del tiempo, ahora a diario sin ella -como todos nosotros-, es seguro que la paladearé más adelante.

Alguien muy cercano, me dijo que escribir sobre estas mirandas con la madre daba para mucho más que este espacio. Le dije que tal vez, pero que no podría hacerlo. Mamá era una mujer con muchas facetas, complejas y deslumbrantes, para mí era una guerrera que no se creía tan fuerte como en verdad logró serlo. Esos ratos bajo el influjo del rayoazul -que acá traté de evocar-, son apenas cortos trazos de buen verano, en jueves bonitos, llenos de posibilidades y encuentros. 


Gracias, mamá, por seguirme la cuerda loca de mi amor por las historias en movimiento.

QLDLA

miércoles, marzo 13, 2024

Lista la Miranda - Entrega Especial

Hoy se cumplen 3 meses de su partida y sigo como cuando me despedí: “no sé cómo voy a hacerle”. La vida es maestra y si te permites y prestas atención, sus lecciones te llevan a seguir adelante.

Cuando pasó todo esto, sentí que debía escribir algo, necesitaba cifrar con palabras todo lo que estábamos viviendo, pero no pude hacerlo. No se movió una sola tecla, ni en mi mente ni en la realidad.

Así que ahora me doy cuenta, que debía ser a través del amor que compartimos por las historias que podría encontrar las palabras. No todas las que deberían escribirse sobre ella, mi madre, nuestra madre, pero sí un trozo enorme y potente de rayoazul.

Esta LLM en dos entregas (hoy y mañana) está dedicada con todo mi amor y respeto a mis hermanas y hermano, a la familia, a mis alumnos, a mis colegas y a quienes la conocieron en esa faceta cinéfila.

 

Parte Uno

Luego de la infaltable última ‘patraña’ de Kimmel contra su archienemigo Matt Damon, aliado con el actor del momento, Messi, haciendo que hacía pis sobre la estrella de la estrella en el Paseo de la Fama, rodaron los créditos finales de la entrega 96 de los Oscar, el pasado domingo 10 de marzo.

Y rodaron también las lágrimas por mis mejillas… no de emoción por el discurso de Da’vine Joy Randolph por su mejor actriz de reparto, o por el entrecortado y tierno de Emma al abrazar su segundo dorado premio, tampoco de risa forzada por la aparatosa escena de John Cena ‘desnudo’, o de franca diversión por el momentazo de Ken Gosling, ni de desconcierto por la salida en falso de máster Al Pacino, no es nada personal son negocios, Mike…

Me despedía -otra vez- de mi compañera de otras galas, siempre cómplice cuando se precisaba y atenta espectadora con ojo critico y comentario mordaz y afilado, sin compasión alguna fuese quien fuera protagonista. Mi madre era la mejor compañía para ver la entrega de los Óscares. Ella sí que habría llorado con el discurso de Da’vine, y se limpiaría en silencio las que derramaría por la bella Emma; ofendida por Cena habría preguntado por qué tenían que hacer esas cosas de tan mal gusto; habría disfrutado de Ryan y su show sin agarrar del todo el motivo de tanto alboroto y se compadecería conmigo del Don en su extraño momento.

Mi madre y yo compartimos muchos momentos así, sentados en silencio (la mayor parte del tiempo, lo juro… está bien: siempre hacíamos nuestra particular ronda de comentarios), viendo algún episodio de sus series médicas preferidas, o los dramones predecibles, pero encarretadores de Hallmark en Netflix, o documentales que ojalá tuvieran la voz narradora de su adorado Barack Obama, o en serenata nocturna de peli los sábados en la noche.

Reconstruyendo esas inolvidables y geniales mirandas, he terminado por dar un viaje largo hacia atrás, hasta el momento de mi primer encuentro con el rayoazul. Y debió ser ella la que me llevara a cine aquella vez para disfrutar, qué… sufrir, con El niño y el Toro, Irving Rapper, 1956, por la que el gran guionista Dalton Trumbo recibiera en 1975 un año antes de su muerte su segundo Oscar, cuando la Academia reivindicara su nombre oculto durante la era macartista que obligó a muchos a usar nombres falsos o el de algún colega, para poder escapar a la absurda e infame cacería anticomunista.

El otro guion por el que Trumbo fue oscarizado es el de Roman Holiday (La princesa que quería vivir), William Wyler, 1953 que le fue otorgado en 1993, de manera póstuma (y más que tardía). Esa peli con el apuesto Gregory Peck y la hermosa e imposible Audrey Hepburn era de las preferidas de mi madre. La vimos unas dos o tres veces en distintos momentos. Ella adoraba a Audrey más que yo mismo, lo cual es jodido sí se tiene en cuenta lo que esa estupenda actriz significa para mí.

Debió ser mamá la que me llevara a esa peli en el Karká, o el Consota, me parece que era el Capri pero este lo inauguraron en 1970, en alguna reposición dominical de matiné. Por supuesto, no recuerdo con precisión, tengo unos fugaces cuadros claros y la imborrable huella del haz de luz del proyector. Pienso que fue ella, mi cómplice original, porque no tengo memoria de mirandas con mi padre. De su gusto por leer sí, pero de pelis, nada.

Puedo confirmar esa imagen borrosa de ir a cine con mamá, con la más diáfana y perturbadora de una doble función en el Nápoles, allí en la esquina de la calle 20 con carrera 9ª, cuando asistimos al espectáculo de ver cuerpos semidesnudos en una peli de seres primitivos… ni idea qué sería, solo recuerdo la pena con tonos de miedo que sentí y tal vez, sin duda, nos salimos antes de que terminara. Había quedado satisfecho con las maravillosas aventuras de ciencia ficción, al estilo de la serie televisiva inglesa Thunderbirds, Gerry Anderson, 1965-66, de súper marionetas con uniformes de pilotos y naves espaciales increíbles. A mamá no le gustaban las historias de ciencia ficción o fantasía (dos de mis géneros favoritos en literatura y cine). Y detestaba las de miedo y horror (dos de los géneros que sigo en proceso de aprender a apreciar, con enorme esfuerzo, lo confieso).

Seguramente íbamos con mis hermanos mayores, aunque no consigo recordarlo así. Que mi madre me llevara a ver pelis así, pese a que no eran de su gusto… pues nada, las mamás hacen esas cosas por sus hijos; actos de valentía insuperables.

En el caso de mamá, eso tiene de veras un inmenso valor porque recuerdo cuando me contaba lo traumatizada que había quedado luego de ver Psicosis, Alfred Hitchcock, 1960. Esa obra maestra del genio del suspenso, le jodió la vida a más de una persona en este planeta. Y es un buen ejemplo del poder del cine y sus artilugios de emoción. Por esa vía, he llegado a considerar algún tipo de cine como pernicioso y de dudosa validez. Lo sé, está el asunto de la libertad de expresión y de que el arte no debe tener barreras… pero, no sé… hay pelis que te lo hacen replantear todo en ese sentido. Así como mamá tenía a Psicosis como su némesis cinéfila, yo la encontré muchos años después en Audition (La audición), Takashi Miike, 1999. Una peli terriblemente espantosa. No dormí en tres semanas… aun no duermo a veces, cuando se me atraviesa su recuerdo.

Recuerdos de ver a mamá sentada frente al televisor cuando éramos niños, me cuesta encontrarlos. Siempre la veo es haciendo de mamá: moviéndose y haciendo cosas todo el tiempo, sin pausa, con perfección y dedicación absolutas. Imparable, juiciosa y ordenada al límite. Sé que veíamos televisión todos juntos, por ejemplo, los domingos por la noche cuando nos parchábamos a ver las divertidas peripecias de los personajes de la ya clásica serie cómica Yo y Tú, Alicia del Carpio, 1956-76. Con ese maravilloso reparto de lujo, lo mejor de la época: Franky Linero, Carlos Muñoz, Consuelo Luzardo, Otto Greiffestein, Carlos Benjumea, Hernando Latorre, Leopoldo Valdivieso, Delfina Guido, Hernando Casanova, Héctor Ulloa, Pepe Sánchez. Con más de 20 años al aire, esta comedia cachaca sirvió de plataforma a más de 175 actrices y actores de nuestra primigenia televisión.

Seguro vimos juntos muchas telenovelas en los 70, otras tantas en los 80… y luego, esporádicamente en los 90 y en el nuevo milenio. Muchos títulos saltan como para mencionarlos y que nadie se ofenda sí se queda por fuera alguno, pero sí tengo claro que cuando llegó la peste de las narconovelas y narcoseries, mamá fue una de las que apagó sin dudarlo el televisor. Esa vergüenza no la iba a pasar.

Cuando regresé a Pereira en el 2004, muchas cosas habían cambiado en mi vida y otras tantas más lo harían en el curso de esos productivos e inquietos tiempos por venir. Y una de las cosas que definen con fuerza y persistencia estos años, es el reencuentro con mi madre. Ahí hay cientos de escenas, de múltiples películas, numerosos episodios de serie… de la vida real, de esa cotidiana convivencia de aprendizajes y descubrimientos, de tiempos recuperados, de heridas en sanación. Es solo que esa miranda es solo de ella y yo. Y claro, de mis hermanas y hermano. No son de estreno público.

Pasó sí que en estos años, algunas pocas veces fui a cine con la madre, como solía nombrarla para mis amigos. Y hay algunas mirandas que vale la pena recoger. Incluso por lo atravesada de algunas, sí, fuimos a ver Ocean’s Thirteen, Steven Soderbergh, 2007, subtitulada por aquello de nada como el idioma original. Eso no salió bien porque está plagada de diálogos muy rápidos y largos, explicando cómo es que van a hacer el robo y nadie alcanza a leer esa vaina. La convencí de que fuéramos con el argumento de ver juntos a Al Pacino, Elliot Gould (del que siempre mencionaba había sido marido de Barbra Streisand), Andy García (de éste estaba en modo crush, que por supuesto no reconocía, ni más faltaba)… y bueno, a George Clooney y Brad PaPITTo. Me salvó un poco, justamente, (acabo de revisitarla mientras escribo), esa escena de los dos súper galanes llorando al ver un episodio de Oprah. Además de sentirme identificado por completo, a la madre le causó mucha gracia. A la final, como mamá que todo lo perdona a sus hijos, esa me la pasó.

Recuerdo lo mucho que disfrutamos yendo a la Cámara de Comercio al Cine en Cámara de nuestro añorado, Giovanny Gómez. Allí gozamos con Julie & Julia, Nora Ephron, 2009. Esa delicia de acento gastronómico con la presencia arrolladora de Meryl Streep y una joven, Amy Adams que le da la talla a tenedor tendido. Cuando hablábamos de pelis que le gustaban, esa siempre aparecía. Bueno, cualquiera en la que pudiera ver a Meryl le encantaba. 

Así como le pasaba con la decenas de veces galardonada y nominada, le ocurría con Katharine Hepburn, “que no tiene nada que ver con Audrey”, Ingrid Bergman, “el escándalo con el italiano ese [Roberto Rosellini] afectó mucho su carrera”, Sophia Loren “qué monumento de mujer, aunque como muy llena para mi gusto”, Catherine Deneuve “la más hermosa, cierto?”, Debbie Reynolds “la mató Elizabeth Taylor, cuando Eddie Fisher su marido, la dejó por ella”. La mamá de la Princesa Leia, Carrie Fisher, se casó y divorció otras dos veces más, pero a mamá le sonaba era lo de Taylor. Nunca se lo perdonó.

Así en pantalla grande, reímos y lloramos con Coco, Unkrich y Molina, Pixar, 2017. ¡Qué cosa esa ‘moquiada’ tan brava! Nos reíamos luego al recordar nuestro dolido llanto. Mamá tenía su historia con México, a partir de muchas cosas de toda su vida. Además, había tenido la oportunidad de viajar al DF y conocer sitios que había visto en pelis o escuchado en canciones, acompañada por mi hermana menor y su familia. Si te atrevías a hablar con propiedad de Frida Kahlo delante de ella, debías agarrarte fuerte porque ella sabía más y en detalle. Coco la reconectó con esos recuerdos y la vivió intensamente. Esa no la vio, pero seguro le habría gustado y conmovido.

Sí vio con uno de sus nietos (con los otros dos, seguramente, pero no sé cuáles pelis), Life of Pi (Una aventura maravillosa), Ang Lee, 2012, con gafas 3D y tal. Y contaban ambos del tremendo susto y brinco que dieron cuando hace su aparición Richard Parker. Mamá decía algo que no puedo escribir acá, pero de ese tamaño fue la impresión cinéfila con su afilado criterio.

La última peli que vimos en un cine, fue en compañía de mi hermana y una amiga mía que años después le pintaría un cuadro floral que apreciaba mucho. La La Land, Damien Chazelle, 2016. Tremenda peli, tremenda miranda. Éramos los únicos en la sala (seguro habría dos o tres personas más, pero en mi recuerdo no). Era función de antes del mediodía y la peli ya llevaba más de un mes en cartelera. A mamá le gustaban los musicales. De veras los disfrutaba. Recordaba con alegría Mamma Mía!, Phyllida Lloyd, 2006. Se entristecía con Los Miserables, Tom Hooper, 2012. Y reímos mucho viendo Cantando bajo la lluvia, Stanley Donen, Gene Kelly, 1952… ajá, con Debbie Reynolds y Gene, ese mismo.

Después ya no pudimos volver al teatro, a la gran pantalla platinada, a la sala de la diosa Película. Llegó para todo público el estreno de la pandemia. Esa peli la vimos todos y nos costó mucho. Esa es una que no debió hacerse nunca. Perdimos tanto. Demasiado.

Mañana: Parte Dos

QLDLA

domingo, marzo 10, 2024

Lista la Miranda Oscars 2024 [Actualización]

Lista la Miranda American Fiction (Ficción estadounidense), Cord Jefferson, 2023. Sarcástica, divertida y tramposilla. Ese presentimiento de estar perdiéndome de una buena peli, tuvo su confirmación luego de que, por fin, pudiera apreciarla. Con esta cierro el ciclo de la temporada de premios, lamentando eso sí no contar con The Holdovers, la de Payne, Giamatti, Randolph y Sessa. ¡Qué vaina, diosa!

Cuando digo que la peli de Jefferson -en su debut directorial- tiene un toque tramposo, es porque su narrativa juega con el espectador al punto de ponerlo a trabajar de modo activo y decisivo. La construcción de la verdad, de la realidad y la apariencia, lo objetivo frente a lo subjetivo, conspiran en el devenir de una crítica mordaz a la generación de contenidos allá arriba del Río Grande, y más particularmente, en la cultura literaria estadounidense blanca en relación con la afroamericana. Es así como encontramos a Jeffrey Wright como Monk (de nombre Thelonious, va la coda musical) quien nos arrebata más de una risa, pese a que escasamente sonríe, mientras observamos cómo de cuestionar a todos, se da la oportunidad de cuestionarse a sí mismo. 

Es muy grato ver a Wright nominado a Mejor Actor Protagónico, luego de disfrutar de su enorme talento y suspicacia en zonas crispeteras como Beetee en la franquicia The Hunger Games, o en terrenos más elaborados y cinéfilos como en la malograda y estupenda Westworld, Joy-Nolan, 2016-2022 de HBO que los 'genios' directivos de Discovery eliminaron del catálogo de la prestigiosa y exitosa productora. De acuerdo, esa barbaridad merece una LLM aparte. Allí en ese desierto vaquero de extraños entramados, Bernard Lowe (Wright) va deshojando cada capa de cebolla para ayudarnos a descubrir un juego de caracteres pocas veces visto en la pequeña (ya no tanto, es verdad) pantalla. 

En American Fiction, Jeffrey Wright luce entero, sin artilugios, totalmente enfocado. Es un auténtico placer observar las vicisitudes de su personaje, en esos diálogos a ratos sin sentido aparente y con esa mirada incomprensible del todo. A su lado, un reparto a la altura con detalles valiosos y sustanciales. Tracee Ellis-Rose (Lisa) constante y sensible, John Ortiz (Arthur) agudo y simpático, Erika Alexander (Coraline) amable y directa, Leslie Uggams (Agnes, má Ellison) conmovedora y Sterling K. Brown (Clifford) haciendo de las suyas sin control alguno, con un dominio devastador... habrá sufrido el dire.

Una vez ruedan los créditos finales, queda un buen paquete de preguntas que con calma y una sonrisa adicional, podremos ir respondiendo en reversa.

Faltan pocas horas para que arranque la repartición de calvitos dorados... y no puedo irme sin una mini trivia LLM en la cuerda de pronósticos de cierre.

Aunque es más que notable la absoluta interpretación de Emma Stone en Poor Things, es innegable la impecable y reveladora Lily Gladstone como Millie Burkhart en Asesinos de la Luna, por lo que su estatuilla sería más que merecida, perfecta.

Lo de Giamatti con Cillian parece más chismorreo en caliente para motivar audiencias... claro que como es Holly, todo puede pasar. Igual con el barullo armado alrededor de The Holdovers como mejor peli, no, ni modo; Oppenheimer es la obra maestra del momento. El equipo de LLM mantiene su asterisco en Poor Things, pese a que esa aberración es inmoral y obscena, terrible ejemplo para la juventud, futuro del mundo.

Y sí, ojalá que La Sociedad de la Nieve logre ganar. 'Tá duro, pero que no se pierda la esperanza. [Eso dijimos cuando El abrazo de la serpiente competía y perdió con El Hijo de Saúl, que sigo afirmando no es mejor peli que la nuestra].

QLDLA     

miércoles, marzo 06, 2024

Lista la Miranda Mejor Película Oscar 2024

Se vino el 10 de marzo, y esta vez con emperifolle hollywoodense, así que alfombra aparte y dejando al lado la tal glambot y todas esas carajadas innecesarias, pero que no hay modo de que falten, en Lista la Miranda daremos una precisa reseña de las 10 películas que disputan el Calvito a Mejor de la temporada. Lamento no haber completado el círculo con dos cintas que de veras quería apreciar: The Holdovers (Los que quedan), Alexander Payne y American Fiction (Ficción americana), Cord Jefferson. Espero alcanzar a hacer una actualización de este post, si consigo darles su justa miranda.

Debo añadir que, excepto Maestro, felizmente todas estas pelis pude verlas en una sala de cine. Lo menciono porque cada vez es más evidente que la exhibición de cine tal como la conocemos desde hace décadas, va a desaparecer… no por completo, pero sí de modo sustancial. La tendencia a la producción de pantallas de televisión cada vez más grandes, está directamente relacionada con la imparable presencia de los servicios de streaming que se van convirtiendo, paso a paso, en las nuevas salas o teatros de cine. Bueno, ir a cine ha cambiado mucho en los últimos años para cinéfilo que se precie, la mayoría de las personas van a socializar, no a ver pelis, lo que para alguien que ame el séptimo arte se convierte en una pésima función con toques de terror y pesadilla. Tal vez, al quedar pocos cines volverá el rito hermoso de sentarse a oscuras, en silencio, rodeado de gente con la misma actitud expectante… y disfrutar de ese adorable rayo azul cruzando sobre nuestras cabezas lleno de historias, la mejor de las veces, inolvidables.


Listo eso. Ahora sí, acá va la Lista la Miranda de las nominadas a Mejor Película en los Oscar 2024, espero sea de su agrado y aporte algo a su propia apreciación y disfrute. Esta temporada se caracteriza por películas de enorme calidad cinematográfica y, en especial, por declarar a pleno pulmón, visiones de mundo muy personales e inconformes, o cuando menos, cuestionadoras. Van en orden alfabético. Y cada una tiene una nota extra.    


Anatomie d’une chute (Anatomía de una caída), Justine Triet, 2023. Inteligente, audaz, preciso rompecabezas. Crecimiento incontenible de complejidad y posibilidades. Juegos de a dos definitivos y exigentes. Incondicional, absoluta y atrapante. 


Las pelis de esta directora francesa deben ingresar a su menú. Triet es combativa, decidida y excelente tramadora de relatos.


LLM XT: Sin duda, la presencia inmensa de Sandra Höller [Sandra] te deja sin aliento, pero es Milo Machado-Graner [Daniel] quien te lleva al alma de la historia y te pone a decidir.



Barbie, Greta Gerwig, 2023. Declaración inteligente, divertida, cinéfila. Diseño de detalles; escenografía, vestuario, puesta en cámara, puesta en escena. Capas de empoderamiento femenino: Greta (directora), Margot (productora), America (vocera)… Va a contracorriente siguiendo la corriente, con altura, estilo e incluso, descaro. 


El cine de Gerwig es grande y va a crecer más. Contrario a quienes consideran su rosado relato, un descache que vive todo genio, encuentro en Barbie muchas cosas que no esperaba para nada en un crispetazo de este calibre


LLM XT: Innovar con lo obvio, hacer de una muñeca la protagonista de una búsqueda que traspasa el mercadeo… y que se hace creíble por la interpretación de Margot Robbie, dentro y fuera de la peli.



Killers of the flower moon (Los asesinos de la luna), Martin Scorsese, 2023
.
Necesaria declaración, cruda crónica, desazón agobiante. Personajes con intenciones ocultas, misteriosas y sorprendentes. Una extensa muestra de maestría y dominio cinematográfico a todo nivel. Mecanismo narrativo de revelaciones con tinte de cine negro, épica local y alcance universal.

Pasa algo curioso con esta del maestro Scorsese… como que nos agobia su perfección técnica, estética y narrativa. Es una sensación extraña y jodida que compartí con varias personas. Puede ser asunto nuestro… o necesidad de reinvención. 


LLM XT: En una lectura muy local (hablando de Colombia), se deja ver como el mundo real detrás de un “gran” hombre, tiránico, despótico, muy cortés y condescendiente.



Maestro (Maestro), Bradley Cooper, 2023. Retrato visceral, amoroso y desbordado. Interpretaciones contrastantes, con detalles elegantes y de alta factura. Declaración de representación sexual madura y relevante. Cuidado artístico prolijo de acentos auténticos y memorables. 


Copper está construyendo un sendero como director que promete alcanzar niveles de genialidad a futuro. 


LLM XT: Sí, la escena del clímax lo vale todo, y sin embargo, hay mucho por coleccionar en la interpretación aguda, sentida y compleja de Carey Mulligan [Felicia].



Oppenheimer, Christopher Nolan, 2023
. Madurez: autor, equipo, filmografía  Relato como documento: posteridad, reescritura historia, nuevas generaciones. Densidad: inconsciente, juicio, invención. Control flujo emocional, firmeza de caracteres, dispositivos priman sobre el espectáculo. 

Mucho se ha dicho sobre la exploración del tiempo como tema y recurso en el cine de Nolan, acá adicional a ello, se percibe un salto discursivo de mayor alcance. 


LLM XT: El poderío avasallador del sonido (y su ausencia) en cada espacio del tiempo narrativo, desde la música, los efectos sonoros y la mezcla íntegra.



Past Lives (Vidas Pasadas), Celine Song, 2023.
Hermosa composición de lectura fluida y ambigua. Atmósfera singular, libre de apariencias, mecida sin prisas. Entrega autoral de alta densidad emocional y dramática. Diálogos sólidos, vívidos y próximos. 

La pregunta es: ¿qué más podemos ver de Song? Una indagación rápida indica que poco. Entonces, al repasar la calidad y fuerza del guion, el ajuste sería: ¿cuáles serán las nuevas pelis escritas por esta surcoreana de fina línea?


LLM XT: Si algo más tiene este poema, es una enseñanza de vida sobre la serenidad, la comprensión, la pasión liberadora y el respeto al otro y sus sentimientos. De seguir latido a latido.



Poor Things (Pobres criaturas), Yorgos Lanthimos, 2023. Cinefilia, exquisitez, desprejuiciada. Multigénero, diversas capas sensoriales, dispositivos visuales atrevidos y orgánicos. Coreografía de personajes con gracia y dominio. Estética extrema, interpretación calada y perdurable. Declaración perturbadora escueta y directa. 


Una cosa más: verla cuantas veces sea posible. Es cine en su más completa realización.


LLM XT: La vastedad de Bella Baxter en la piel (nunca más cierto) de Emma Stone es una experiencia única en la vida. 



The Zone of interest (Zona de Interés), Jonathan Glazer, 2023. Incómoda, insufrible, ofensiva casi, perfecta. Puesta en escena de un naturalismo sofocante en su exposición gradual. Simbolismo autoral en texturas visuales y sonoras de peso. Sin concesiones, declaración firme de radio histórico y contemporáneo. 


Dos fatos sobre Glazer: viene del videoclip y tiene pocas pelis a cuál más dura y fronteriza. Combinación de oficio y actitud. 


LLM XT: Un dolor perforante que reclama acción.



Adenda LLM

Pronósticos con asteriscos

Mejor Película: Oppenheimer / *Poor Things
Mejor Actor: Cillian Murphy
Mejor Actriz: Emma Stone / *Lily Gladstone
Mejor Actor de Reparto: Robert Downey Jr.
Mejor Actriz de Reparto: Da'Vine Joy Randolph
Mejor Director: Christopher Nolan
Mejor Guion Original: Anatomía de una caída / *Past Lives
Mejor Guion Adaptado: Oppenheimer / *The Zone of interest
Mejor Cinematografía: Oppenheimer
Mejor Edición: Oppenheimer / *Poor Things
Mejor Diseño de Producción: Barbie / *Oppenheimer
Mejor Diseño de Vestuario: Barbie
Mejor Banda Sonora Original: Oppenheimer
Mejor Canción Original: What I was made for?, Billie Eilish - Finneas O'Connell
Mejor Película Animada: El Niño y la Garza
Mejor Película Extranjera: La Sociedad de la Nieve / *The Zone of Interest


QLDLA


jueves, mayo 04, 2023

Don Chinche, Pepe Sánchez, Colombia

Lista la Miranda, Don Chinche, Pepe Sánchez, RTI, 1982-1989


Una de los gratos beneficios de esta era de redes es la posibilidad de revisitar contenidos audiovisuales de calidad imperecedera. Desde hace unas semanas, la Madre (excusen la familiar alusión) anda pegada a una de las mejores series de comedia, no solo de Colombia sino de toda América Latina. Don Chinche es una de esas bisagras maravillosas en la Historia de los relatos de la peque Tele, esos que le encantan a la diosa (excusen acá la mítica e ineludible alusión) y que muestran hasta la coronilla la fuerza inmensa del talento colombiano para hacer buena televisión.

Desde el imposible reparto lleno de la pulpa rica de los mejores actores y actrices de esos tiempos… y de muchos más. Hasta los libretos auténticos, agudos y jugosos de Dunav Kuzmanich y Pepe Sánchez, quien además de progenitor, ofició de orquestador mayor. Y es que sin la mirada y el riesgo de Pepe, Don Chinche no hubiese visto jamás la luz mágica. Al soñador director se le metió en el ojo, la idea de rodar (grabar, sí, pero para él era rodar, como cine, a la lata) a una sola cámara. ¡Habrase visto! Si la tele se produce a mínimo 3 cámaras, señor Sánchez. Pues no, la hago así o no la hago.

Para las nuevas generaciones de miradorxs, acá un delicioso e incomparable plato que nos retrata de manera ágil, divertida y encarretadora. Hay muchas historias alrededor de la serie, de sus entresijos, de sus relatos derivados, de la impronta de dos gigantes como Héctor Ulloa y Hernando Casanova, solo que no se trata ahora de la trivia perseguidora y curiosa. 

Hoy LLM está en modo nostalgia plena. Por eso, la invitación a darse un paseíto por la Perse, y además, recordar a uno de los que más nos hacen falta detrás de cámaras, y que como buen hijo de la diosa, incluso delante del encuadre hasta gran actor resultó ser.

De ñapa, les comparto acá el enlace a uno de los Perfiles EO que escribí hace algún tiempo en homenaje al maestro Pepe Sánchez. De veras que es nosta histórica de nuestra tele.

Que la diosa los acompañe.

Feliz Jueves Bonito.


jueves, abril 27, 2023

Aftersun, Charlotte Wells, 2022


La reseña de Aftersun que nadie me pidió

por Rocío Carmesí


Me levanto de mi asiento para ver la pequeña pantalla que está frente a mí y regresar el concierto de Queen al minuto 2:50, en donde suena, por quinta vez, Under Pressure. Voy en un autobús desde Mexicali (mi ciudad natal) a Tijuana, en donde está mi hogar. Son dos horas de camino, y aunque ya lo he recorrido antes, esta vez hay una grieta en la realidad. 


Por unos instantes estoy en un universo alterno. Apenas se puede ver el resto de los asientos y en el fondo del pasillo resaltan unas parpadeantes luces neón que iluminan de color rosa y azul las figuras de lo binario de los baños. Solo somos dos pasajeros y el chofer. “Rentaron el autobús para ustedes”, dice un militar que nos detuvo en la revisión de rutina que se ha vuelto más estricta desde hace cuatro años por las llamadas caravanas migrantes. “¿Van a Tijuana?”, pregunta en modo dizque amistoso, tratando de identificar algún acento extraño. 


Entre luces y arbustos, apenas se distingue el paisaje de la Rumorosa. Ese espiral decorado con rocas color marrón y un silencio que trata de llevarte a su centro. El reflejo de la ventana dibuja cuatro sombras a la luna menguante, como si hubiera deslizado mi dedo sobre ella para desvanecerla. Espero que termine el solo de Roger Taylor para que empiece otra vez Under Pressure. Ya muchos se saben la historia detrás del riff de bajo del inicio y la colaboración de David Bowie con Queen en 1981. Pero para mí significaba las memorias de esas calurosas tardes de los 90s en las que íbamos a ver a mis tíos jugar basquetbol a la ciudad deportiva en Mexicali, el olor a pasto húmedo y el silbido del árbitro que sobresalía del de los grillos. También era mi fascinación por los movimientos de cadera de Freddie, que me hacían pensar en la ligereza de John Travolta bailando Stayin' Alive de los Bee Gees. No era nada más que eso, el soundtrack de algún momento de mi vida, junto con mi admiración por lxs performances, aquellxs que se dejaron caer al vacío. 


Pero hace unos meses detuve todo para escucharla, luego de que Charlote Wells y su editor Blair McClendon la pusieran para mí en la ópera prima de la directora, Aftersun. Pudo pasar por una escena más, de esas que usan el recurso de atraer las nostalgias con la música. Sin embargo, el trabajo que hizo Oliver Coates con el remix, los cambios de ritmo, la selección exacta que empata con la narrativa de Wells y su editor, te llevan de la mano en ese devenir de emociones que tiene a la depresión como principal protagonista. 


Y de pronto te ves en una resbaladilla, viendo tus propios ojos en los de Calum Patterson, que no por nada llevó a Paul Mescal a la 95ª edición de los premios Óscar. Te ves también en la mirada de Sophie Patterson, comprendiendo a través de su experiencia de adulta esos silencios, los brotes de entusiasmo efímero, la búsqueda continua de sentido y las ganas de lanzarte al vacío, junto al miedo constante de estar al borde. Puedes verlo porque has estado ahí, has hecho ese recorrido que no tiene orden, ni un inventario certero. 


Como cuando hace poco estaba en la sala de la casa de mi mamá y quise mirarme en el espejo que no está desde principios del 2000. Entonces lo que hacemos es recoger lo que hay y tratar de armar los rostros y pasos de las personas que fuimos y de las que estuvieron. Aunque eso no significa que puedas subirte a la cima para ver hacía atrás y comprenderlo todo. Una imagen no nos alcanza, a Sophie no le alcanza aunque regrese la cinta una y otra vez. El contraste de las risas de la niña y la frustración de la adulta, entre sombras y destellos de luz, retratan la complejidad de nuestras experiencias. 


A veces, cuando somos niñxs no queremos tener un papá o una mamá con depresión. A veces, cuando somos adultxs mamá y papá no quieren tener hijxs con depresión. Y tratamos de escapar entonces, de sacarle la vuelta al tema, quizá para no reconocernos en ello. Así Calum le recuerda a Sophie que el motivo de la corta convivencia es la diversión, cuando ella trata de hablarle de sus episodios de depresión. Y tal vez ella se cuestiona si es verdad que lo mejor es guardar silencio y soportar. Después de todo lo intenta, lo seguimos intentando. Calum lo intenta con sus libros sobre meditación y tai chi. Sophie también lo hace con su mirada desafiante y al subir al escenario a cantar Losing my religion de R.E.M., aunque el papá no quiera hacer el dueto con ella. 


Seguimos intentando porque corremos acelerados tratando de pertenecer antes de que el tiempo se nos agote. Pertenecer es habitar completamente la vida. Sin ello, parece que solo vamos a la deriva, en una búsqueda constante que se convierte en huida. No es suficiente tapizar la pared dañada, ni expresar solo con palabras. Pero nos paraliza el miedo, “el miedo a saber cómo es el mundo”, vivir “bajo la presión” de pensar que no hay otra oportunidad más. Y aunque Sophie trata de decirle a Calum “este es tu lugar seguro, aquí te puedes quedar”, él aprendió hace mucho que estar ausente lo mantenía a salvo. Y al final él se va por la puerta verde, entre sombras y destellos de luz.


Acerca de la autora:

Rocío Carmesí, es licenciada en derecho y maestra en historia por la Universidad Autónoma de Baja California. Actualmente trabaja en una empresa editorial. Ha sido parte de grupos de artes escénicas y es integrante del proyecto La Puerta, colectiva de fotógrafas emergentes de la ciudad de Tijuana. Partició recientemente en uno de los cursos de Lista La Miranda, tal vez esa sea una de las razones para compartirnos su reseña que sí esperábamos.

jueves, octubre 06, 2022

Blonde, Andrew Dominik

[ALERTA ESPÓILERES: Esta reseña puede contener claves de trama, pese a que se ha puesto especial cuidado en revelar lo menos posible y poner fuera de línea las alusiones a los lugares de los giros dramáticos del relato]. 

Lista La Miranda Blonde, Andrew Dominik, 2022. En estos tiempos cuando las expectativas de estrenos no duran un suspiro, la llegada de la encarnación de la rubia de oro de Holly en la piel de Ana de Armas se vio particular y altamente esperada tras sus aclamadas presentaciones en los festivales de cine europeos de otoño. Y luego de estallar el 28 de septiembre pasado en el streaming de su productora Netflix, la peli ha levantado todo tipo de críticas negativas, alaridos y señalamientos, a la par de reconocimientos, elogios y espaldarazos.


Para LLM, tras su cuidadosa y atenta miranda, se trata de una cinta dura, dolorosa y viscosamente escandalosa, como se lo comenté a una amiga a quien varias de sus amigas le recomendaban no verla. Hay un reclamo muy fuerte de cierto sector del feminismo y del fandom Monroe que tilda a la peli de maniquea, falsa y ofensiva a la memoria y acciones de la verdadera Marilyn. Tampoco ha faltado la apropiación de voces provida que ven en el tema del aborto una firme declaración en contra de esta realidad compleja e ineludible. Y no han escaseado las proclamaciones de obra maestra y gran pieza fílmica de esta que por ahora, sin duda, es la película mayúscula de su poco conocido director, Andrew Dominik.


Si se entra a la peli con la idea de ver una historia biográfica o una reconstrucción casi documental de la vida de la diva mayor del Holly de los 50s, el espectador se va a decepcionar. No es Blonde una biopic, por más que haya un trazado de los sucesos más destacados en la trayectoria corta y efervescente de Norma Jeane/Marilyn Monroe. Y aun contando con los puntos de vista de director y protagonista sobre el filme, zonas de expresión que pasan por la experiencia propia e intransferible, la peli va por otras rutas..


Del mismo modo, o en paralelo posible, si se va a la peli con una actitud juzgadora -y menos si es moralista-, se corre el riesgo triste de no comprenderla, de quedarse en el plano de lo que piensa el espectador y no de lo que narra la peli, en las expectativas que se tienen de lo que “debería” contar y no moverse en el emplazamiento narrativo que se propone.


Vale anotar aquí, como tentativa coordenada de vuelo, que no hay una clara diferenciación entre lo real y lo imaginado, lo que sucedió en la realidad contra lo que sucedió en la mente creativa de su narradora original, la novelista Joyce Carol Oates, o en la escritura libre de Dominik, quien además de dirigir se puso en el sillón del guionista.


Ese rasgo fue el que más llamó mi atención en los días previos a poder verla. Por encima de toda la ruidosa publicidad y el aluvión de imágenes promocionales y filtradas, enfocadas primordialmente en la interpretación que Ana de Armas realiza (ya diré algo, vale), cuando supe que el guion era del mismo director me preparé para algo más personal y declarativo, en términos cinematográficos, más allá del mito y sus consecuencias. Y fue en esa perspectiva de encuadre tipo 16 mm (relación de pantalla casi cuadrada, 4:3) que hallé las claves del logro de Blonde, construidas en detalles de colorimetría, composición, coreografía escénica, tempo, modulación, atmósfera y tono enérgico. 


Todo dispuesto para generar un doble efecto de espectáculo: revivir a Marilyn desde la vivencia de Norma para traer a la vida en escena a Ana de Armas, la nueva diva hecha para el mundo. Un mundo que no es el mismo y en el que Marilyn no ha podido escapar a su trágico destino, y donde Ana se asoma sin certezas ni garantías. Si hay algo real en Blonde es ese infame mundo de Hollywood con sus trampas y manipulaciones. Un mundo donde las mujeres deben luchar sin pausa por protegerse y ser valoradas, bien pagas y respetadas. Y no es ficción.


Ese mundo machista en el que es “descubierta” Norma Jeane para ser sometida, literal, al control, la venta y la hipocresía, es un mundo que se resiste a desaparecer por más huracanes reivindicativos como Me Too, Speak Out y sus derivaciones que quieran arrasar con la colina de doble moral. Hay tanto por hacer, tanto por transformar. No salvaremos a las futuras Normas, mientras se sigan haciendo llamativos top 10 -mera diciente superficie- de los grandes directores, actores, fotógrafos… sin la presencia de las mujeres que escriben, dirigen, producen, musicalizan, editan… interpretan y hacen el Cine. No hoy. Desde que el cine dijo: yo narro.


Los episodios abortivos en los que Norma pierde a sus hijos se narran en dimensiones retóricas y argumentativas de doble filo. Por una parte, el control que Holly ejerce sobre el cuerpo de la mujer. Hace nada una actriz revelaba como el estudio controlaba su peso, so riesgo de despido si se pasaba en algún gramo. Y por la otra, el comentario ruidoso de la rubia “tonta” que se tropieza. Sin embargo, algo que no se diluye fácilmente es la vulnerabilidad y la resistencia de Norma, es allí donde hay que sostener la mirada y no apartarla. Dominik entiende bien esta arista de su compleja musa y por eso, persiste en el encuadre del rostro, siempre, la mirada, siempre, la sonrisa insuficiente, siempre.


Es escandaloso cómo se adora a Marilyn y cómo se maltrata a Norma en Blonde. Los hombres que simulan amarla, pronto la desprecian, o ignoran, o hacen a un lado, sin poder comprender su inteligencia, su deseo, su voluntad. La pulsión devoradora no escapa al espectador, al tiempo que la contemplación aterrada sacude a cada tanto su conciencia. Hay en Dominik la necesidad de golpear al mirador y luego, abrazarlo para unirlo a un rito de compasión que busca algún tipo de esquivo perdón. Una ternura desbordada, al lado de una frialdad pasmosa que socava la tranquilidad.


El cierre de Blonde es un perfecto ajuste a las condiciones: así como Norma Jeane se desvanece para amanecer yerta y libre, así la cámara baja al piso, para quedarse quieta y morir con ella… o mejor, para ella.  


Y sí, Ana de Armas está fuera de este mundo. Hay esfuerzo, hay labor, hay entrega. Es una clara y firme declaración de una mujer que ama su arte, dignifica su profesión y respeta a su alter ego plateado: la eterna Marilyn que no pudo salvar a Norma.